Henrique González Casanova
En la introducción al libro Ignacio y los jesuitas.
Fondo de Cultura Económica, 1997.

La lectura de la más reciente obra de esta notable dramaturga que es Maruxa Vilalta, Ignacio y los jesuitas, suscitó en mí emoción profunda. Me hizo recordar a Unamuno y a Baroja y a mis muertos de México y de España. Es una pieza sobre la tragedia contemporánea. Aborda temas religiosos pero es una obra política (. . . )

No es un teatro didáctico sino más bien poético a la vez que fuerte: un teatro de denuncia, valiente y comprometido Es un teatro que logra en escena esa unión entre la creación artística y el público que solamente se da en instantes privilegiados y en piezas logradas (. . .)

Con profundo interés leí también las notas del manuscrito, muestra de acuciosa investigación histórica, principalmente las relacionadas con los crímenes del franquismo durante la guerra civil en España en 1936 y el artículo del abogado Antonio Vilalta y Vidal, padre de Maruxa, en defensa de los jóvenes catalanes condenados a muerte por la dictadura franquista en 1972, casi cuarenta años después del golpe de estado militar, acusados del “delito” de ser separatistas (. . . )

Es Ignacio de Loyola y es Chiapas. Es el pensamiento liberal de la autora y la denuncia. Son los jesuitas asesinados y son los guerrilleros. Es la teología de la liberación, es la defensa de las premisas republicanas que no transigen con la dictadura; es la lucha por la libertad, por la justicia y por la vida. Es una obra cuyo estreno en México enriquece la dramaturgia nacional.