Obra que echó a perder hace poco un grupo de cuyo nombre no quiero acordarme. Con la mejor de las intenciones -de las que está empedrado el infierno-, quisieron hacerme un homenaje. “Homenaje a la maestra Maruxa Vilalta” Y así consiguieron el apoyo de muchas prestigiadas instituciones culturales. . . En fin, les agradezco lo del homenaje y piadosamente me olvido del nombre del grupo y de lo que hicieron. . . De cualquier modo la pieza había ya sido estrenada profesionalmente en una temporada patrocinada por la UNAM.

Pequeña historia de horror (y de amor desenfrenado).
Vi a un hombre, entre vagabundo y bohemio, artista pobre, probablemente, pero creador con talento. . . Lo vi -bueno, en mi imaginación- mirando hacia una ventana iluminada, cada noche la misma ventana. Y cuando me pregunté qué miraba ahí vi a una mujer vestida de blanco, que se desnudaba ante la ventana. Y empecé a preguntarme por qué se desnudaba. Y si lo hacía para que el hombre de allá abajo -porque la ventana estaba en un nivel más alto- si lo hacía para que el hombre de allá abajo la mirara.
La casa estaba en Londres, forzosamente, y tenía que ser una casa vieja, inevitablemente, y a la parte alta se llegaba por una escalera de caracol. Esto de la escalera de caracol era obligatorio, imprescindible. La escenógrafa Félida Medina tuvo que arreglárselas para instalar la escalera de caracol, surgida de las bodegas de la Universidad, en el teatro Santa Catarina.

Bueno, pues el hombre que cada noche, desde la calle, miraba a la mujer ante la ventana, acaba por decidirse a entrar a la casa. Y allí empieza a encontrar a una serie de personajes mentalmente enfermos, todo en tono de farsa, humor algo macabro, humor negro, y farsa entre divertida y angustiante.

Entre estos personajes, Tía Emily, paralítica en silla de ruedas pero que no está paralítica, hombre vestido de mujer, que a veces es muy hombre y a veces muy mujer, y queda catalogado como “jotolesbiana”. Y el tradicional mayordomo, que ríe como el Monje Loco y puede llegar a creerse Jack el Destripador.

La mujer vestida de blanco baja por la escalera de caracol y me hace recordar, lo menciono en la pieza, a Marcel Duchamp, y su “Desnudo bajando la escalera”. Desde luego que en esa obra de Duchamp desde un punto de vista realista no hay desnudo, ni siquiera hay escalera, pero en tiempos en que me acerqué al surrealismo la pintura y la escritura de Marcel Duchamp mucho me impactaron.

El “intruso” que llegó de la calle resulta ser un pianista loco, escapado de un hospital. Entre entre carcajada y carcajada surge la escena trágica; se perfila la verdadera locura, no cómica sino estrujante.

Una parodia de comedia policiaca que suele ser muy representada porque es fácil de montar. Una sola escenografía y los actores no doblan papeles.