Los dos viejos se odian y aborrecen a sus semejantes. Tienen una ventana aislante y una puerta aislante para no ser molestados. Traté de mostrar una sátira del egoísmo y del odio para proclamar, defender el amor.
Aquí la inspiración empezó cuando inventé a dos viejos encerrados siempre en su casa y tomando café con leche.
Viejos, los llamaba yo, los consideraba ancianos. Y tenían sesenta años.
Ya no lo veo tan viejos, ahora, a mi edad. . .
En fin, pasemos.
Los viejos, además de entredevorarse, se dedican a leer periódicos viejos también y a aplaudir crímenes y dictadores en el mundo.
Esta noche juntos arremete contra las dictaduras fascistas, los terribles grandes monstruos, Hitler, Mussolini, Franco, Duvalier, Pinochet. . . Más tarde, quienes presentaron la pieza en el Gramercy Arts Theater, de Nueva York con un grupo bilíngüe que vino a México para participar en el Festival Internacional Cervantino de 1974–, quisieron incluir a otros enemigos políticos de ellos, del director y del productor, enemigos a los que calificaban de tiranos. Nunca falta quien trate de desviar, confundir, modificar la intención política de una pieza en la que hay intenciones políticas.
En la edición de Esta noche juntos, amándonos tanto incluí una nota referente a las fotografías de los dictadores que pedí se exhibieran en escena. “Si se proyectan otras fotos – dije- se ruega al director de escena, sea cual fuere su credo personal , respetar la ideología antifascista de la obra”.
Hubo también otra advertencia,en la que expresé:
“Entre las fotos que se exhibieron durante la temporada en estreno en México, hay una de niños muertos en un bombardeo fascista sobre la ciudad de Barcelona, durante la guerra civil española: fotografía cuya existencia por sí sola justifica para mí el haber escrito esta obra y justificaría el trabajo de toda una vida”.
De quienes difundieron la obra en el extanjero, para abreviar solamente menciono al poeta Jan Makarius, que tradujo al checo la pieza, publicada en Praga con el titulo de Como dos palomos, como dos tórtolos.
Makarius ya murió. Con él y con su mujer Jana, que todavía a veces me escribe, paseábamos por aquellos bosques de Praga, bosques de cuento de hadas, de los pocos lugares donde se podía hablar libremente, porque eran tiempos de dictadura comunista. En las casas y en los restaurantes había micrófonos-espías.
Tuvo también nivel muy profesional la difusión de la versión inglesa de esta pieza en Yugoslavia, por Radio Belgrado. . .