Pieza que en diversas escenas alude a lacras del sistema político mexicano: ambición, corrupción, “dedazo”. . . Todo eso, no vayan ustedes a pensar mal, en el año en que la pieza se estrenó, 1978.
La obra empieza con un gato que está al fondo del pasillo de un departamento:
“El pasillo es estrecho y tiene poca luz. Llega hasta la puerta del fondo, a la izquierda. Se detiene, termina ante la puerta. Donde el pasillo termina, hay un gato negro. . .”
Esto da pie para que entren a escena 88 personajes. . .
Dentro del departamento –en mi imaginación y después en el teatro– aparece “él ”. Con minúscula. Solamente “él”, un hombre, el protagonista de la historia.
Ensayábamos y estrenamos en el teatro que antes se llamaba , me dijeron , Arcos Caracol y ahora era el Teatro de la Universidad. Lamentablemente ese local ya no existe; se perdió ese teatro.Pero tuvimos allí una bastante larga temporada. Y después otra más en El Granero.
Durante los ensayos hice modificaciones, hasta llegar a convertir a “él”, que nada más había llegado a funcionario del gobierno, en presidente de la República.
Estábamos en el escenario del Teatro de la Universidad y yo dirigía y tenía, entre otros, un excelente actor, que murió joven, un excelente actor con una fuerza cómica irresistible, que hizo, entre otros, el papel de “La vidente” en la pieza y que se llamaba Enrique Casitillo, hermano del director de escena Julio Castillo. Y cuando Enrique Castillo, en el papel no de La vidente sino de presidente de la República, dejó de jugar golf para señalar con el dedo, como a su sucesor, a uno de los aspirantes a la silla, sentí lo mucho que podía crecer la fuerza del personaje de “él”. Intensifiqué los parlamentos que lo llevaron, movido siempre por su ambición, a la presidencia y después prácticamente a la enajenación.
Una de “las máscaras”, personajes fársicos, señala: “Dicen que el poder los marea”.
Historia de él en parte retrata el sistema administrativo y político mexicano, en aquel año de 1978.
Al día de hoy, las cosas no han cambiado mucho. Es decir, el engranaje gubernamental si ha cambiado, se ha diversificado, pluralizado, y, debemos recnocerlo, ha avanzado hacia la democracia. Pero sigue presente la misma sicología enfermiza de muchos de los políticos aspirantes-suspirantes en la carrera de alcanzar el poder.