Escenas de la Revolución mexicana. Historia y ficción se entrelazan. No con fines de análisis políticos o sociológicos, sino una serie de imágenes, instantáneas, impactos. Sabor cruel y a la vez poético de la Revolución. La historia puesta en escena. El pasado para traerlo al presente.
En un país llamado México. Tierra esplendorosa. Tierra de luz . . .
Al empezar la obra, el pueblo nada tiene, todo le quitan. En escena el hombre y la mujer. Él nada trajo. Miradas perdidas en un horizonte oscuro. Aguardan.
Se abarca principalmente el período armado, de 1910 a 1917. Actores de hoy se convierten en personajes de la Revolución; involucran al espectador para que tome parte en los acontecimientos.
La Revolución por quienes la vivieron y por quienes murieron en ella. Antes que los héroes o los traidores, el soldado muerto en combate.
Pero la Revolución mexicana no fue nada más combates y balazos. Fue también una revolución social. Logros que transformaron a un país agrario y feudal en nación industrializada. La Constitución de 1917.
Se forman grupos con los espectadores. Cada persona del pueblo cuenta la Revolución como la padeció.
Viene el turno de los caudillos; sus ideales, sus sentimientos, cómo pensaban, qué querían.
El pueblo reclama, exige: pobres y ricos, ciudadanos, campesinos, soldados, caudillos, todos somos el pueblo. Murieron los que más queríamos. “En nuestra sangre, en nuestro respirar, en nuestras manos y puños, ahí quedaron”. Ahora que no nos cuenten lo que nos pasa. No queremos otra guerra. Pero exigimos justicia.
Se repite la escena del principio de la obra. El pueblo nada tiene, todo le quitan. El hombre y la mujer: él nada trajo. Y el pueblo, a coro: ¡Exigimos soluciones! ¡Exigimos justicia!
En un país llamado México. Tierra esplendorosa, tierra de luz.
Escenografía: Cinco espacios vacíos; solamente en uno hay un gran maguey.
Actuación: 9 hombres y 3 mujeres para 168 personajes.