Una mujer, dos hombres y un balazo
Luis de Tavira
Programas de mano, Teatro de la Universidad, 1981
El Teatro de Maruxa Vilalta se reencuentra a sí mismo en la violencia de una protesta contra las estructuras impuestas por la sociedad al individuo, a través de una teatralidad metódica y contradictoria que presenta una verdad mediante un énfasis exagerado en el extremo opuesto.
Teatro solitario, el de Maruxa Vilalta permanece fiel a la vocación de francotirador de la generación airada; cruel a fuerza de aniquilar la sicología reduciendo lo desconocido a lo conocido, se entrega a la verificación en la impudicia teatral de una lección de anatomía semejante al rito infantil de destazar la muñeca para ver lo que tiene adentro y reivindicar lo teatral en la puesta en juego de la antiteatralidad.
En Una mujer, dos hombres y un balazo reinicia el proceso obsesivo de la denuncia a la paradoja de la teatralidad misma.
Teatro en el teatro, la vida se fuga del escenario para teatralizarse otra vez en la cocina de la tramoya y la desacralización del ensayo; un mismo esquema anecdótico sigue irascible por los ineficaces territorios del género dramático: melodrama, vodevil, absurdo, surrealismo, musical, se encuentran en la máxima reducción teatral: la farsa de lo teatral.
El teatro como la vida o la vida como el teatro consisten en una sustitución sustituida. El texto sigue siendo un pretexto de la misma manera que la mujer sigue siendo un pretexto para bailar.
Y esto resulta aún más peligroso en una sociedad incapaz de objetivarse a sí misma.