Ante la inmensidad del espacio infinito, el Tiempo monologa consigo mismo. Se siente omnipotente, mas en cierta forma condicionado por lo que los hombres han hecho y quieren hacer de él. Se plantea diversas imágenes físicas que los hombre le han adjudicado y repasa datos de la historia: arte, multitudes, ejércitos. Se pronuncia contra la pequeñez y mezquindad humanas pero acaba por confesar que hay momentos en que quisiera ser humano él también.
El Tiempo está consciente de su poder sobre la vida del hombre, pero a la vez participa de la angustia existencial de éste. Ahora quisiera detenerse, descansar, rebelarse. Sí, el Tiempo se detendrá. Y entonces todo terminará. “Callarán sus fábricas y dejarán de rugir sus estúpidas ciudades”. El Tiempo decide dejar de existir. Afirma que ha muerto.
Pero inmediatamente vuelve a entrar en movimiento: es el Tiempo que se repite y vuelve a nacer, cada vez más joven, eternamente.