Quién no ha pensado en la evasión de un momento, día, vida, instante “loco”. Al decidir “tomarse para ella sola todo un día loco”, la protagonista desea liberarse de su habitual manera de vivir. Liberarse de actividades probablemente rutinarias. Liberarse de su inquietud y angustia. Liberarse del tiempo. Al no depender ya de él puede interesarse por los mínimos detalles, tratar de sentirse identificada con la gente con la que se cruza por la calle, imaginar que viaja lejos, que se libera también de las limitaciones de espacio. . .  Para volver después a la realidad, que para ella es de insatisfacción, de inquietud, de desengaño: poco importa la causa, ni definir convencionalmente quién es este personaje de La Mujer.

Ella no piensa  únicamente en el amor; persigue también realizaciones que ha visto frustradas en la farsa de su “diario ir y venir entre la gente”. Ahora, en este “día loco” que a sí misma se ha otorgado, no quiere hacer grandes cosas, por lo contrario. No es un día de acción.  Debe ser aceptado como se acepta el regalo del arte o de la belleza cuando se disfruta de ellos sin analizarlos.  Es un día hecho de tiempo perdido, “de ese tiempo tan bien perdido que sólo los genios saben encontrarlo”.  Presiente que si durara más  hallaría quizás la solución de sus problemas, lograría sus anhelos, pero su día loco, hecho todo de ilusiones, su día que “tiene el cuerpo tapizado de ilusiones”, se le va, se le termina. La deja esperando que alguna vez otro instante, siglo, ocasión, ensueño, día como ése, vuelva.