Para escribir mi teatro he seguido diferentes técnicas o procedimientos, que pueden resumirse en dos principales:
El primero, que no es el que prefiero, trazarme un plan, proponerme un esquema. Sé cómo voy a empezar y cómo voy a terminar. Sé lo que voy a decir. Si alguna idea surge posteriormente, tendré que adaptarla a mi esquema pero no salir de él.
Muy pocas veces he logrado trabajar así. El tener que obedecer, aunque sea a un plan trazado por mí misma, me aburre. Resta fuerza a la creación y por lo tanto resta atractivo a mi trabajo. Desesperadamente trato de escaparme. Generalmente el esquema es modificado muchas veces, o acabo por descartarlo. Lo regaño. Es él quien tiene que adaptarse a mí y no yo a él.
La segunda técnica es no saber a dónde voy. Crear el personaje principal y quizá algunos secundarios y dejar, como decíamos hace rato, que ellos hablen. El problema está en que hay que crearlos primero.
Probablemente una mezcla de las dos técnicas es lo más acertado. De cualquier manera el método que trato de seguir es no tener método.
Quiero decir, conocer todas las disciplinas, haber estudiado todos los generos, saber el tono, el estilo que le quiero dar a mi obra, efectuar un riguroso análisis para estar plenamente consciente de lo que hago, y después encerrar las normas bajo siete llaves y volver a ser libre.

Por ejemplo:
Si veo un hombre que se aleja con el sol de la tarde, si veo al hombre, relativamente joven, de espaldas, por ejemplo, entre colores ocres y rojizos del atardecer. . . Si lo veo, por ejemplo, con un pequeño sombrero de tela y zapatos viejos, que sin llegar a definirlo como vagabundo le dan una cierta apariencia de individuo errante. . . Si lo sigo para escribir mi historia que voy a imaginar toda, que voy a inventar toda, es decir que él me va a narrar, no debo atenerme a trama alguna preexistente.
El hombre puede entrar a un hotel o tomar un trago en una taberna. Puede hacer el amor o puede cometer un asalto. Puede perderse en barrios inmundos o sacar una llave y entrar a una residencia burguesa. Puede caer en el peor vértigo de angustia y de dolor, llegar al crimen, o puede ser un filósofo, un científico, un sabio que se desprende de toda ambición terrenal. Puede ser un malvado o alguien que ama a los niños y juega con
ellos. . . Cuando lo sepa, escribiré su historia sin tener que seguir ningun plan preconcebido. El personaje se relacionará con otros personajes y la obra irá surgiendo.
Pero si en vez del hombre alejándose en el atardecer voy a hacer una pieza de teatro que es la vida y obra de alguien que verdaderamente existió, cuya biografía es un hecho que puedo interpretar a mi manera pero no deja de ser una historia a la que debo atenerme, o si voy a relatar un suceso histórico, surgen una serie de datos, acontecimientos, implicaciones, necesidad de investigar y de basarme en hechos reales, aunque después, como autora, ejerza mi libertad para elegir, presentar, mezclar, reunir y proyectar al público todo ese material.