Críticos y estudiosos de diversos países han destacado en mis obras dos tópicos principales: el contenido político y la protesta social.

Clasifican ellos mi teatro en tres etapas sucesivas.

Primera etapa:
La que cronológicamente va de Los desorientados a Cuestión de narices. Comprende las 7 primeras piezas, publicadas por diversas editoriales y finalmente reunidas por el Fondo de Cultura Económica en la colección titulada Teatro I (el título original fue Teatro), con excelentes dibujos de ese gran artista llamado Bartolí.
Destaca el tema político en la pieza Un país feliz y la protesta social en El 9.
Pero me quedé pensando en Bartolí.. . Desde la calle Jane, Jane Street, en Nueva York, él me escribía. Decía que apenas podía salir solo por el barrio porque tenía muchas vecinas que eran feministas y por el hecho de ser hombre lo perseguían con palos de escoba, amenazando con darle una paliza. . . Desde luego, bromas de Bartolí. . .

Segunda etapa:
Es la que corresponde a la colección Teatro II, que reune cinco piezas. Contenido político en Esta noche juntos,amándonos tanto, y en Historia de él.
Crítica social en Nada como el piso 16 y en las dos parodias en un acto tituladas En Las Lomas, esa noche y Archie and Bonnie, que forman parte de la obra Una mujer, dos hombres y un balazo.

Tercera etapa:
La obra Jesucristo entre nosotros y tres piezas basadas en vidas de santos.
En Jesucristo entre nosotros, el mismo Jesucristo de ayer, de hoy y de siempre. El Hijo de Dios, socialmente comprometido en favor de los hombres más necesitados.

 

En cuanto a la trilogía, algunos me criticaron por escribir vidas de santos, en vez de vidas de pecadores.
Otros me aplaudieron y aseguraron que las vidas de santos son las mejores obras que he escrito.
Por mi parte, no traté de catequizar, sino de mostrar actos, pensamientos, pasiones y vidas de hombres valientes. Si en algunas de mis piezas la crítica social se ejerció a través de farsas grotescas, con lenguaje desenfadado hasta a veces burdo y grosero, porque burdos y groseros eran sus fársicos personajes, otras obras fueron inspiradas por vidas de hombres santos.
En Radio Red, donde las mejores cosas suceden, acerca de Ignacio y los jesuitas me entrevistó en cierta ocasión Bernardo Barranco. Una de las mejores entrevistas, de las más profesionales que me han hecho. Y llamaron muchos, pero muchos radioyentes y uno de ellos preguntó: Qué es un santo.
Un sacerdote que telefónicamente participó también en la entrevista -un programa de mucho nivel éste de Radio Red-, un sacerdote dio la explicación teológica a esa pregunta. Yo dije que en mi opinión un santo es un hombre valiente, una santa es una mujer valiente, como yo no lo soy, como la mayoría de los seres humanos no lo somos. Un santo renuncia a lo que nosotros no renunciamos y hace el bien como nosotros no lo hacemos. Un santo es alguien a quien admiro y venero y que puede ser mi maestro.

En mi pieza Una voz en el desierto, San Jerónimo expresa su protesta ante la sociedad de la época. Y también ante el clero de la época.

En Francisco de Asís, el protagonista es repudiado por la burguesía rica y por su propia familia. Se convierte en lo que los franceses llaman un déclassé, un paria rechazado por la clase social a la que perteneció. Además de los problemas que también tiene con la Iglesia de su tiempo.

 

En Ignacio y los jesuitas, el contenido político está expresado, por ejemplo, en un casi monólogo, del que voy a leerles algunos fragmentos.
Un periodista mexicano de nuestros días se traslada al siglo XVI y entrevista a Ignacio de Loyola.
El periodista se refiere a la guerra civil de España, en 1936. Tema, el de los crímenes del franquismo en España, en el cual nunca se insistirá bastante.
En su excelente análisis La guerra civil española, Hugh Thomas escribió: “Estoy consciente de que mucha gente está decidida a olvidar la guerra civil, en un país donde mucho más de la mitad de la población nació despues de 1939. A pesar de todo, sospecho que el pasado sólo podrá ser enterrado cuando se conozca claramente la verdad respecto al mismo”.
Hasta que se conozca la verdad. . . El periodista de mi obra le dice a Ignacio:
“. . . la verdad, el franquismo trató de ocultarla durante cuarenta años. La verdad es que el gobierno republicano defendió ideales humanistas que Jesucristo y tú, Ignacio de Loyola, también defendieron. La República en España se proclamó sin derramamiento de sangre. Lo que causó la guerra civil fue el levantamiento del militar traidor que se autonombró caudillo “por la gracia de Dios”. Mataba en nombre de Dios. Bombardeaba a poblaciones enteras con la ayuda de la aviación nazi (. . . )
En España hubo sacerdotes ejecutados por el franquismo. Los republicanos en España no eran ni comunistas ni comecuras. Tus compatriotas, los sacerdotes vascos, eran leales al gobierno de la República; ponían en aprietos a los franquistas, cuya propaganda pretendía que moros y nazis luchaban por salvar a la religión cristiana (. . . )
A los sacerdotes vascos los mató el franquismo, bendecido por el clero español como una “cruzada” contra los que llamaron “rojos”. Pero no hubo cruzada alguna. El franquismo fracasó en su intento de apoderarse de la religión.”

 

Y, algo más adelante:
“Después de la guerra de España vinieron otros muchos conflictos bélicos. Y lo mismo que en España las víctimas no fueron nada más sacerdotes. Estos hombres representan a los soldados y civiles sacrificados en España y en las guerras que vinieron después. Hombres, mujeres y niños. Son los miles, millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial. De las guerras de Corea, Israel, Arabia, India, Pakistán, Vietnam, Uganda, Kenya, Tanzania, Grecia, Turquía, Irán, Irak, la Guerra del Golfo, y otras muchas, otras tantas guerras más, siempre más (. . . )
¿Y el clero, y tus jesuitas, y la Iglesia pacificadora, Ignacio? ¡Palabras, palabras, palabras! Contra los crímenes nada pudieron. ¡El clero a veces fortaleció animosidades y en el mejor de los casos de nada sirvió! Aunque en Latinoamérica trató de ayudar y se puso al servicio de los más necesitados. Ignacio, quiero saber tu opinión acerca de la actitud e intervenciones del clero en Latinoamérica. A fines del siglo XX, el clero, con un afán sincero de justicia social. . . ¿Me oyes, Ignacio? Quiero preguntarte: el clero. . . Ignacio, ¿me oyes? , quiero preguntarte: en Latinoamérica, el clero. . . Pero Ignacio…. ¡lloras!